El gran conector

Cada semana llego a su final repleto de momentos inimaginados vividos en la tienda, en este Valle del té, teniendo una sensación grata, de entrega. Luego, mientras cocino, corro o paseo, repaso como en una película algunos de esos momentos compartidos, escenas en las que algo sucede, algo aflora desde cada persona que he atendido y que ella comparte al hilo de su propia relación con el té.

A veces nada especial sucede.  A veces algo y algunas veces, se presentan auténticos regalos compartidos en forma de palabras. Auténticas joyas que fluyen desde un sentimiento y lugar impreciso, desde la incertidumbre, desde la esperanza, el deseo, o desde el silencio. Palabras que quedan a buen recaudo entre las notas de jazmín, bergamota o canela que cada té nos regala al ponerlo en su envase.

Y esto que me pasa, no es tan raro. Parece ser que desde tiempos remotos, el té, es conocido como El Gran Conector. Los amantes de esta filosofía natural, afirman su enorme capacidad para hacer esto que os cuento: conectarnos con la Naturaleza… con la madre Tierra. Además nos conecta con nuestra esencia y a menudo, nos conecta entre nosotros y así lo constatan los maestros del té, maestros Zen.

Y en mis espacios, cual aprendiz alquimista de todo esto, escucho al té y conecto más cosas. Pienso en este tramo enloquecedor de Malasaña y descubro el mensaje  del santo Bernardo que da nombre a esta calle donde estamos, y que en su día habló del Amor a las cosas, del Amor a todo… quizá siendo Todo, una vida entregada al té…

Ahora, os dejo seguir conectando a vosotros, yo voy a calentar agua.